Haikyo significa simplemente «ruina» en japonés, aunque también es un concepto que describe aquel turismo vinculado a la exploración de lugares abandonados que van desde edificios residenciales, fábricas u hospitales a parques de atracciones o grandes complejos urbanos, y que en las últimas décadas se ha convertido en una actividad turística en alza para los nipones.
El proyecto se desarrolla en la isla abandonada de Hashima, antigua ciudad que surgió y creció debido a la extracción de carbón y que se abandonó en los años 70, actualmente en estado de ruina, con una parte abierta a turistas.
Antes de afrontar la etapa de proyecto se determinó un marco teórico, además del propio fenómeno del turismo haikyo o de lugares abandonados, para enmarcar la intervención. Tal y como expone el texto «Curated Decay» de Caitlin Desilvey el patrimonio se basa en una relación dialógica entre agentes humanos y otros agentes no humanos y sus entornos, los objetos generan significado no solo en su persistencia sino también en su destrucción, dejar que los procesos naturales sigan su curso produce un choque entre los límites del patrimonio natural y el cultural y la conservación se basa en saber gestionar la transición del pasado al futuro transfiriendo el máximo significado posible.
Ante estas ideas, mi posicionamiento personal desde la arquitectura y el urbanismo contemporáneos pasa por entender que esas arquitecturas y los factores biológicos y naturales que las acompañan ya tienen un valor en sí mismo, valor histórico, valor cultural, valor ecológico y medioambiental, valor paisajístico, etc. Y que antes de que el abandono lleve a una desaparición total con el paso de los años es necesaria una concienciación del valor real que presenta a través de la propia experiencia para conocer, donde la sociedad ya no actúa como un agente externo, sino como un agente implicado que forma parte de la propia experiencia más allá de ser un simple turista como ocurre actualmente. .
El proyecto ha pretendido buscar una nueva forma de reflexionar o de abordar la ruina en la actualidad y de cómo mejorar esa experiencia del usuario en el entorno, considerando que la intervención, y con esto me remito a teorías clásicas de la ruina, ha de ser al mismo tiempo sútil, liviana, ligera, pero diferenciable de lo existente.
El proyecto se ha desarrollado en 3 fases, una primera parte analítica y luego una doble aproximación a la ruina (la gráfica y la propositiva) trabajando a dos escalas (arquitectura y ciudad). Dentro de la última fase, la intervención, se adoptan tres posturas en función de cada espacio urbano: bien manteniendo el valor actual, dejando la ruina como está, bien favoreciendo la experiencia humana en la ruina o bien favoreciendo la biodiversidad y los agentes bióticos presentes en la isla.
Las intervenciones se llevan a cabo de partir de módulos ligeros que no destacan en su entorno de implantación ya que además en la mayoría de casos estos dan lugar a que la vegetación colonizadora vaya creciendo por ellos, camuflándolos. El color blanco adquiere en este caso un doble significado; por un lado, es un recurso gráfico para destacar la intervención sobre la escena, y por otro es una estrategia de diseño que se basa en la arquitectura japonesa contemporánea, basada principalmente en materiales ligeros, en tonos blancos, jugando con la transparencia y la permeabilidad visual, en contraposición a la arquitectura moderna de los años 60 que estaba basada en estructuras de hormigón armado y madera.
Todos estos espacios intervenidos y no intervenidos, además de otros elementos de interés medioambiental, visual o cultural dispersos en la isla, quedan conectados a través de la red de calles y pasillos exteriores existentes, llevando también la intervención a nivel urbano y creando una serie de recorridos que ofrezcan libertad al visitante para explorar la ruina.
Tutores: JUAN ANTONIO SÁNCHEZ MORALES (Proyectos Arquitectónicos) + PABLO MARTÍ CIRIQUIÁN (urbanismo y Ordenación del Territorio)