Balconies & Battlegrounds

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El proyecto cuestiona tres modelos de gestión y narración de la domesticidad que han influido personalmente en la autora a través de plataformas off-arquitectónicas: The Sims, Barbie e IKEA y explora discursos alternativos post- crisis y post-feministas.

INSTITUCIÓN I. THE SIMS. INTIMIDAD UTILITARIZADA

La vivienda en The Sims es el laboratorio donde desde el Capitalismo se experimenta y se construye el progreso vital. La necesaria existencia en el juego del binomio viviendatrabajo, aunque temporal y espacialmente sean lugares desconectados, es la que articula la trayectoria vital de las habitantes: la evolución satisfactoria de la vida se produce siempre paralelamente a la promoción laboral. Existe un trasvase recíproco e imprescindible entre ellos, de manera que el primero da el dinero necesario para poseer una casa y facilita el desarrollo de la vida en ella; mientras que la vivienda y la domesticidad cotidiana desempeñan una función de retribución al ámbito laboral en la forma de desarrollo de las habilidades y capacidades de las habitantes-trabajadoras. En este sistema, capitalista simplificado, la vivienda, y por lo tanto la intimidad, se pone al servicio de las demandas del ámbito laboral en la consecución de su objetivo de progreso.

De esta manera, las acciones que se realizan en la vivienda tienen siempre consecuencias positivas o negativas en el ámbito laboral. Además, esta causalidad está predeterminada y es conocida, por lo que las dinámicas domésticas se utilitarizan para la consecución del ascensolaboral-vital. La idea es clara: si las dimámicas domésticas son las acertadas (correctas), el progreso en positivo está asegurado.

Se aplica este utilitarismo a todos los objetos y acciones disponibles en el inventario: por ejemplo, leer un libro facilita el ascenso en el puesto de abogado, pero aumenta la necesidad de socializar, que ha de re-equilibrarse viendo la televisión en grupo.

Así se definen las narrativas domésticas, esclavas del ámbito laboral, pero lo mismo ocurre con las prácticas de consumo y los objetos disponibles o existentes en la red doméstica. Su adquisición se realiza siempre bajo unas condiciones económicas que la posibilitan, y respondiendo a unas necesidades que la aconsejan. Así, por ejemplo, compraremos una máquina de gimnasio para poder promocionar en el puesto de policía. La capacidad de esos objetos de repercutir positivamente sobre las habilidades y estados de ánimo de los humanos son las que determinan el precio de esos objetos: un frigorífico más caro tiene más capacidad para disminuir el hambre o una ducha más cara otorga más puntos de higiene. Incluso hay algunos objetos que desbloquean funciones biológicamente inherentes al humano; por ejemplo, la cama más cara es la que permite tener sexo. Estas relaciones ficticias entre el capital y la intimidad terminan por blindar la incentivación del progreso íntimo-laboral como conjunto inseparable.

Desde 2008, la relación de trasvase recíproco entre vivienda y trabajo como tecnología posibilitadora de progreso vital está en entredicho. Por una parte, el trabajo ya no es garantía de estabilidad ni de inclusión social1, por lo que la relación con una domesticidad ejercida desde la libertad de consumo se dificulta. Por otra, 1.610.900 hogares tienen a todos sus miembros en paro en el territorio del Estado2.  Esto pone de manifiesto que además existen muchas narraciones domésticas en las que el ámbito doméstico no está condicionado por una relación de dependencia del mundolaboral, o al menos esta relación no es clave para entender la cotidianidad: residencias de estudiantes, hoteles, casas de acogida, guarderías, CETI, viviendas temporales de intercambio, hogares de jubilados, centros de día, hospitales, viviendas de personas discapacitadas…

INSTITUCIÓN II. BARBIE. POST-FEMINISMO Y EMANCIPACIÓN

Barbie tiene más de 100 viviendas en propiedad; también ha tenido desde 1959 más de 120 empleos diferentes que podríamos calificar como exitosos. Teniendo en cuenta ambas cifras y tras la revisión de las casas de Barbie no principalmente con criterios espaciales sino desde aspectos relativos a la mercadotecnia: nombres, eslóganes, imágenes, colores…  llama  la  atención  que  sólo  encontremos  una referencia al espacio laboral: Home & Office (1985).

La ocultación de los aspectos de tensión generados inevitablemente entre la vida familiar y laboral en las viviendas de Barbie no es involuntaria. Podría argumentarse que, al comienzo, en los primeros años de la década de los 60, esta desconexión tiene excusa al estar enmarcada en una cultura pre-feminista del sXX en la que las amas de casa eran mayoría y en la que aún no se han introducido de manera generalizada los conflictos generados por la conciliación entre la vida laboral y doméstica. Sin embargo, esta ocultación continúa hasta el presente.

La absoluta desvinculación vivienda-trabajo permite precisamente la des-utilitarización de la vivienda y por tanto de las dinámicas que en ella se desarrollan. Si las necesidades cotidianas no existen, las narrativas en torno a ellas se infantilizan y también lo hace la persona que las realiza: cocinar es sólo hornear magdalenas, el aseo es un baño de burbujas perfumadas, el desplazamiento siempre una excursión y las relaciones personales se restringen a la amistad… Barbie es una adolescente que vive permanentemente sin adultos.

Las primeras viviendas de Barbie incluyen de manera reiterada la palabra “family”, término que no se vuelve a utilizar ni en nombres ni en eslóganes de viviendas hasta 1988. En esos primeros ejemplos se observan trazas de otros habitantes, los colores son variados, no hay símbolos de identificación  con  Barbie…  Estas  primeras  viviendas reproducen las narrativas habituales de un ama de casa suburbana, añadiendo a través de la muñeca un componente “rebelde”  o  emancipador  típico  de  los  movimientos  feministas de la Segunda Ola, en auge en EEUU entonces. Algunos ejemplos aquí podrían ser Party penthouse o Barbie goes to College. Tras un periodo durante los años 70 en el que resulta notable la ausencia de lanzamientos comerciales de casas Barbie, se observa un proceso de transformación de las viviendas. Los colores se restringen e identifican con Barbie, aparecen logos en muchos de los objetos y auto-referencias en todos los lugares disponibles. Las viviendas se convierten en un resguardo del éxito (y su feminidad como parte activa de éste) de Barbie.

Podríamos resumir que el éxito post-feminista se transmite a través de la arquitectura de Barbie bajo tres condiciones: la vivienda es un objeto en propiedad de Barbie, que tiene dinero; la vivienda es el espacio productor cotidiano de género ; en la vivienda, y no en el exterior, es donde puede desarrollarse en con mayor libertad la intimidad.

PROPIEDAD: La gran mayoría de las casas donde vive Barbie son de su propiedad. Lo sabemos por el elevado desarrollo de la identidad objeto-habitante : colores, logos en todos los elementos, estructuras hechas a su medida, camas individuales,  bañera  bajo  la  propia  cama…

INTIMIDAD: En muchas ocasiones Barbie es también la única habitante:  el  resto  de  usuarios  son  amigos,  parientes…  o hermanas menores que están a su cargo. Barbie es quien decide qué hacer en cada momento. Elementos de control de la intimidad como las puertas practicables, aparecen por primera vez en las viviendas de Barbie a finales de los años 70 y a partir de entonces aparecen sin excepción en todas las casas.

GÉNERO: Todos los elementos de decoración y las arquitecturas incluidas en las viviendas tienen relación con lo que tradicionalmente entendemos como perteneciente al rol femenino:  armarios,  espejos,  cuidado  corporal,  cocina…  Los colores refuerzan la identidad femenina de Barbie, y han seguido un proceso de ajuste y refuerzo desde los inicios hasta la actualidad.

Desde los años 90, el post-feminismo se ha instalado como el discurso dominante en la TV y en la publicidad generalista dirigida por los medios neoliberales. También la mercadotecnia aplicada por Barbie sigue esta corriente, que asume determinados logros de los movimientos feministas de la Segunda Ola pero por el contrario sigue presentando la vivienda como el espacio emancipador de las mujeres. Si bien explícitamente se distancia de la reproducción y los cuidados, la vivienda post-feminista es el ámbito donde las mujeres desarrollan plenamente su libertad como consumidoras: la propia vivienda, las posesiones materiales, la habitación y su relación con la exploración del cuerpo y el sexo, el baño como lugar  de  desconexión.

Este cambio de enfoque pudo hacer creer que la vivienda se había transformado de cárcel a refugio de libertades para las mujeres.  Sin embargo, esta visión positiva de la vivienda está soportada por un ecosistema cerrado de trabajo éxito consumo y desde 2008 y el estallido de las hipotecas sub-prime, estos principios ya no son válidos constructores de biografías. De la mujer de éxito que gozaba en su moderna casa de su dinero y su libertad (consumista, cuerpo,  porno…dinámicas  diferentes  de  la  maternidad,  etc) hemos pasado a la chica que, sin trabajo y con enormes deudas por sus estudios, comparte piso y trabaja desde su cama. Ante una misma estructura arquitectónica, las  dinámicas, las conductas y los hábitos son totalmente difetentes. Desde 2008 el proceso en marcha es precisamente la des-sacralización del espacio doméstico como núcleo de emancipación femenino; la vivienda ya no es el resguardo de la feminidad en el siglo XXI ni es reflejo de nuestra identidad.

Las disidencias actuales no se muestran a través de una nueva respuesta arquitectónica, sino mediante un uso subversivo de los entornos domésticos (diferentes formas de consumo,  de  relación,  de  dinámicas…).  La  vivienda  pasa  a  un segundo plano en la construcción de la cotidianidad, se concibe como algo temporal, susceptible de cambio, NO como una propiedad.

Si en muchas de las estructuras domésticas de Barbie se basan en la flexibilidad: la cama-bañera, el televisor- tocador, el armario-espejo, la caravana-dormitorio, el barco- sala de fiestas; las casas con ruedas, las casas plegables, las extensibles…  El  concepto  hoy  se  habrá  transformado  en flotabilidad.

INSTITUCIÓN III. MI CASA ES UNA FIESTA. PERFIDIAS DOMÉSTICAS PATROCINADAS POR IKEA

En los catálogos y la publicidad televisiva de IKEA, la vivienda siempre está lista para ser disfrutada. En cuanto se cruza el umbral entre exterior e interior, escenificado con la arquitectura del felpudo que da la bienvenida, se puede ya disfrutar de la libertad de la república independiente  (o del tú reino ) siempre disponible. A la puerta de esa casa llaman sólo los amigos, en la cama de la habitación espera la pareja deseada, los objetos decorativos de las paredes definen a la perfección los gustos de los habitantes , y en la cocina huele a cena  recién  preparada…  Ikea  transmite  así  de  manera  masiva una concepción de la vivienda como ese lugar en el que, por mucho que las cosas vayan mal fuera (en el trabajo, en las citas,  en  la  economía  mundial…),  siempre  reina  la  paz.  La alusión a una república o a un reino no son casuales, sino que establecen una conexión clara con el gobierno de una determinada sociedad. Quien gobierna en nuestra vivienda, según Ikea, no es quien lo hace en el exterior, sino la familia, uno mismo, los hijos, las novias, los amigos huéspedes o las queridas mascotas; es decir, lo personal guiado por las relaciones afectivas. ¡Quién necesita el Estado de Derecho teniendo cariño y amor!

La que nos traslada IKEA a través de sus catálogos y sus retóricas televisivas es una concepción de la vivienda típica del siglo XIX , cuando el hogar se presentaba como una especie de ente abstracto que se oponía a las calamidades del mundo relacional. El concepto de “shelter” se estira desde las condiciones atmosféricas hasta lo político, permitiendo percibir el interior de la vivienda como un espacio resguardado de cualquier tormenta relacional.

Además de una concepción obsoleta (ya sabemos que la vivienda es un sujeto políticamente activo), propongo que aceptar esta visión sea considerado una perfidia; una ocultación consciente de dominaciones y violencias que, como sociedad, ya aceptamos combatir y erradicar en las esferas públicas pero que todavía muchas personas tienen que sufrir en los espacios que habitan. De lo contrario, estas supremacías encuentran en lo doméstico el ámbito perfecto donde desarrollar y consolidar su dominación, debido a una concepción errónea de la vivienda como algo privado y desconectado de lo público. Ikea promueve por tanto la concepción de la vivienda como tecnología de perpetuación de dominaciones mediante invisibilización, ya que oculta el trabajo extenuante indispensable para mantener las narrativas escenificadas; eludiendo además otras discusiones que podrían no ser beneficiosas para sus intereses aunque sí lo sean para el conjunto de la sociedad.

El límite geográfico establecido con tanta precisión por el felpudo de Ikea tiene que ver con la vivienda en propiedad como extensión del propio individuo, cuyas identidades se retroalimentan y fortalecen. Según Locke, la conducta moral del individuo proviene de sus hábitos personales, por lo que hay una clara conexión entre moralidad y vida material en el hogar. Por otro lado, es la vivienda en propiedad la que generalmente permite un mayor grado de personalización por parte de los propietarios . La re-decoración permanente de la vivienda escenificada en las narrativas de Ikea y la correlación exhaustiva de identidades entre lo personal y lo material se sustentan tradicionalmente en la idea de la vivienda en régimen de propiedad. Es cierto que Ikea introduce una nueva variable mediante el precio de sus productos: la extensión de estas posibilidades de re-decoración aun en ámbitos menos estables que la vivienda en propiedad, como son viviendas de alquiler, residencias temporales, hospedajes imprevistos… Sin embargo, sigue existiendo en sus narrativas un control claro de la decoración del hogar por parte del individuo-sujeto; una vez más omitiendo conflictos, normas y discusiones que una vivienda en régimen de no propiedad podría generar: imposibilidad de modificación de arquitecturas, no pertenencia de los objetos domésticos, necesidad de consenso de transformaciones en la vivienda…

Sabemos que la vivienda es un espacio político (activa  y pasivamente), pero es cierto que gracias a narrativas como las ofrecidas por Ikea seguimos considerándola, bien valiéndonos de la excusa de la renta mensual o de la hipoteca, como un lugar en el que podemos romper las normas que rigen lo exterior, y donde excepciones al Estado de Derecho

pueden producirse. A lo largo de la historia, desde el concilio de Vaticano o el concilio de Trento , en el s.XVI, se viene legislando sobre el matrimonio y por lo tanto sobre lo doméstico. A esto me refiero con que la vivienda es un sujeto político pasivo: un ámbito concreto de observación y actuación políticas sobre el que los Estados (ya desde tiempos de las Monarquías absolutas Europeas) aplican determinadas medidas que producen un impacto en la sociedad, en la suerte de determinados grupos. No sólo toma esta vía de control efectivo el Estado, sino como vemos también el Mercado: televisión, productos alimentarios, objetos de ocio doméstico individual  …  ejercen  influencia  desde  el  supermercado  (y  el Mercado) hasta el hogar y los cuerpos que lo habitan. Las performatividades en la vivienda no son por lo tanto personales e íntimas, sino que están relacionadas con la influencia ejercida por el mundo relacional. Lo personal no existe, y la intimidad en el espacio doméstico está inevitablemente asociada con conflictos mercantiles.

Por otra parte, la vivienda y lo doméstico son también parte activa en lo político. Son escenarios de performación de conflictos homónimos a los que se producen en el exterior y ante los cuales es necesario adoptar una postura: jerarquías, gastos, negociaciones, trabajo, propiedad, cuidados, conflictos, reciclaje… y por ello lugares propicios para el activismo y las acciones que conscientemente quieran repercutir en lo que llamamos esfera política.

El entorno de lo relacional está generalmente cada vez más reglado y pautado, las fórmulas de relación con los demás son más complejas y avanzamos en el mejor conocimiento de derechos y deberes de nuestro rol en comunidad. En la vivienda, sin embargo, estas fronteras se desdibujan, y empiezan a actuar de manera más efectiva otras instituciones: la familia, el matrimonio, la tradición… con una ley no escrita mucho más subjetiva, moral e imprevisible y precisamente por ello más peligrosa. La vivienda es el espacio de evacuación ritual de esas tensiones generadas durante el día en los ámbitos corteses, es el lugar donde se produce diariamente el ritual de evacuación de las tensiones generadas en el mundo relacional.

Esta evacuación de las tensiones es especialmente peligrosa porque es también una forma afectiva, que puede tomar el gobierno de la vida doméstica. La intimidad de la vida doméstica se convierte fácilmente en dominación y violencia, sin que exista con facilidad seguimiento y control efectivos desde ninguna institución exterior.

Describo cuatro tipos de violencias y dominaciones que tienen sentido pleno en el ámbito doméstico y se sustentan en el supuesto gobierno de la vivienda por la moral, la familia, el cariño… mientras que  a  la  Ley y  el Estado les  cuesta/no quieren llegar.

Tutor: MIGUEL MESA DEL CASTILLO (Proyectos Arquitectónicos)