Okunoshima es una exploración sobre cómo puede la arquitectura articular cuidados orientados hacia otras formas de vida que van más allá de la humana y, a su vez, una investigación acerca de cómo el diseño puede incluir en este tipo de relaciones una participación humana que estimule y fomente la aparición de estos cuidados.
El proyecto se sitúa en Okunoshima, una isla japonesa que tiene dos legados, por una parte, los vestigios de las construcciones que fueron empleadas durante la segunda guerra mundial para fabricar gas mostaza, y por otra, cientos de conejos que se utilizaron como pruebas de laboratorio y que, en la actualidad, subsisten gracias a quienes visitan la isla para hacer turismo.
Partiendo de este contexto, donde se identifican unos intereses que tomar como punto de partida, se realiza una investigación propositiva acerca de cómo pueden articularse cuidados orientados hacia otras formas de vida que van más allá de la humana. Junto a esto, también se produce una reflexión sobre cómo el diseño puede incluir en este tipo de relaciones una participación humana que estimule y fomente la creación de estos cuidados, para así difuminar los límites y expandir el círculo de agentes afectados en sus procesos. De este modo, la arquitectura pasa a considerar otras especies a través de estas situaciones, en las que además de buscar el beneficio y el disfrute de los seres humanos, se cuida de otros agentes mediante el acondicionamiento y la reformulación de actividades consideradas ya consolidadas.
Para ello, desde una perspectiva cosmopolítica, se actúa con aquello que ofrece la propia isla, esto es, con su vegetación, con su fauna y con su suelo, para a partir de ahí promover la aparición de conexiones que enlacen y vinculen a sus habitantes. Así pues, la creación del nuevo programa de la isla está relacionada con actividades orientadas a los cuidados hacia los cuerpos, a la sensibilización hacia el medio, a la visibilización de procesos y a la concepción de un turismo ecológico que se vincula con los valores y las tradiciones locales.
De esta forma, el Jardín actúa como germen del ecosistema propuesto, donde la plantación de árboles con raíces fijadoras de nitrógeno propicia la regeneración del suelo y la aparición de un césped o pasto, que sirve como alimento, favorece las interacciones a ras de suelo y genera una red de acciones en el resto de la isla cuyos destinatarios son tanto seres humanos como no-humanos.
En la zona de Cultivo de algas se pone en valor lo que estos organismos pueden aportar mediante la preparación de alimentos y la rememoración de elaboraciones tradicionales que, además, se emplean para hacer abono para las plantaciones del jardín.
En el Vivario, como resultado de la observación de procesos ocultos en el bosque y de la interacción distanciada, se refuerza la otredad significativa, por medio del reconocimiento de lo otro como independiente, aunque requiera ciertos cuidados externos.
En el Comedor, se cultivan alimentos autóctonos y se elaboran licores con los frutos de los árboles de la isla, para así disfrutar de ellos y concienciar acerca de las dependencias existentes a través de sus procesos.
En el Balneario, se realiza la sensibilización y el culto hacia los cuerpos gracias al uso de cosmética natural y de baños aromáticos. Estos funcionan con un sistema que también se emplea a pequeña escala para crear bebederos, estableciendo así asociaciones de igualdad por similitud.
El Aviario, busca hacer disfrutar de la presencia de las aves migratorias, de su canto y de su vuelo, a la vez que facilita el entender sus necesidades a partir de su estudio y observación.
Por último, en el Herbario, se cultivan las plantas herbáceas locales que se emplean en la cosmética natural, así como los bonsáis de los árboles frutales con los que se hacen los licores. Junto a esto, este lugar actúa también como archivo frente a una hipotética pérdida de vegetación en la isla.
Tutores: ENRIQUE NIETO FERNÁNDEZ (Proyectos Arquitectónicos) + MIGUEL MESA DEL CASTILLO (Proyectos Arquitectónicos)